El Papado Es El Anticristo

14.03.2013 13:45



CAPÍTULO I.
El Término "Anticristo"


No iremos muy lejos en esta discusión; ni es en lo más mínimo necesario hacerlo así. Los materiales para una recta decisión sobre la cuestión ante nosotros están a la mano. El Apóstol Juan, hablando de la Gran Apostasía que se levantaría en el Cristianismo, llama a ésta el "Anticristo". Y el Papa ha tomado para sí mismo, como el nombre que mejor describe su oficio, el título "Vicario de Cristo". Todo lo que requeriremos como las bases para nuestro argumento son esos dos hechos aceptados, a saber, que Juan llama a la "Apostasía", el "Anticristo", y que la cabeza del sistema Romano se llama a sí misma "Vicario de Cristo".

El Papado mantiene en su nombre la llave de su significado. Nosotros haremos uso de esa llave para abrir su misterio y su verdadero carácter. El Papado no puede quejarse si adoptamos esta línea de interpretación. Nosotros no hacemos más que usar la llave que él ha puesto en nuestras manos.

El Apóstol Juan, lo hemos dicho, hablando de la apostasía, la venida de la cual él predice, la llama el "Anticristo". Y también hemos dicho que el Papado, hablando a través de su representante y cabeza, se llama a sí mismo el "Vicario de Cristo". La primera, "Anticristo", es una palabra griega, la segunda, "Vicario", es una palabra española; pero las dos son en realidad una, porque ambas palabras tienen el mismo significado. "Anticristo", traducido al español es "Vice-Cristo", o "Vicario de Cristo"; y "Vicario de Cristo", traducido al griego es "Anticristo" –Antichristos. Si nosotros podemos probar esto –y el uso ordinario de la palabra por aquellos para quienes el griego fue su lengua materna, es decisivo en el punto– no tendremos dificultad en mostrar que ese es el significado de la palabra "Anticristo", –siempre un "Vice-Cristo". Y si es así, entonces, cada vez que el Papa reclama ser el Vicario de Cristo, él consiente ante el tribunal del mundo que él es el "Anticristo".

Más aún, esto limpiará nuestro camino y simplificará nuestra discusión. Porque, nótese esto, si "Anticristo" significa un "Vice-Cristo" –es decir, uno que viene en el lugar de Cristo– el engaño, la disimulación, la falsificación, deberán ser un elemento esencial en su carácter. Y en cualesquieras personas o sistemas en que estas características fundamentales no aparecen, no podremos encontrar al "Anticristo", cualquiera que pueda ser su oposición general a Cristo y al Cristianismo, o cualquiera otra característica del Anticristo que puedan poseer. Ellos pueden tener cada una de las otras características por las cuales la profecía ha descripto al notable adversario de Cristo y su Evangelio, sin embargo, careciendo de esta característica fundamental, su pretensión a esta preeminentemente maligna distinción no puede ser admitida. Esto nos habilita a descartar sumariamente y de una sola vez a una hueste de anticristos que han sido inventados por personas que se han dejado llevar por su imaginación, en vez de haber seguido algún principio sano de interpretación profética. La causa del Papado se ve beneficiada por los falsos comentarios y las erradas interpretaciones de la Escritura que interponen un Pseudo-Anticristo entre el [Papado] y la Profecía, la cual despliega contra el [Papado] un registro tan negro, y hace pender sobre él un tan terrible destino.

Supondremos que un ateo o un infiel ha sido traído al estrado para responder a la acusación de ser el Anticristo. Él, [el ateo], ha manifestado una satánica malignidad contra el Evangelio, y ha trabajado hasta lo máximo de su poder para destruirlo. Él ha blasfemado a Dios, aborrecido a Cristo, ridiculizado, vilipendiado, y perseguido a todos los que profesan su nombre, y sobre esa base se ha asumido que él es el Anticristo. El caso no es imaginario. Los ateos y burladores en anteriores épocas, Voltaire y Paine, en antiguos tiempos, comunistas y panteístas en nuestro propio día, han sido todos enlistados como el Anticristo. Bien, supongamos que uno u otro de estos notoriamente malignos personajes o sistemas han sido traídos al estrado, con la acusación de ser el "Adversario" predicho por Juan, "¿Quién eres tú?", dice el Juez. "¿Eres tu el Vice-Cristo? ¿Has hecho una profesión de Cristianismo y bajo este pretexto buscas destruirlo?". "¡No!", replica el acusado, "No soy una falsificación. A Cristo y su evangelio los odio, pero yo soy un abierto enemigo y no peleo bajo una máscara". Volviendo a la semejanza trazada por Pablo y Juan acerca del gran rival y oponente de Cristo, y encontrando la característica sobresaliente y esencial del retrato ausente en el acusado, el Juez sería constreñido a decir: "Yo no encuentro probada la acusación, vete por tu camino; tú no eres el Anticristo".

Entre los sistemas opositores, el Mahometismo se acerca más que ningún otro al Anticristo de la Biblia; sin embargo éste se encuenta muy lejos de él. Mahoma no desaprobó la misión de Jesús; al contrario, él profesó honrarlo como un profeta. Y muy de la misma manera lo hacen sus seguidores que todavía sienten un afecto hacia Cristo. Pero el Islam no profesa ser una imitación del Cristianismo. Cualquier falsificación que pueda ser descubierta en el Mahometismo es parcial, y es ensombrecida cuando es colocada al lado de la atrevida, definida, marcada falsificación del Romanismo. Requiere un violento esfuerzo de la imaginación aceptar al Mahometismo, o, de hecho, cualquier otro Ismo conocido como un Vice-Cristo. De todos los sistemas que hayan estado sobre la tierra, o que están ahora sobre ella, sólo el Romanismo cumple con todos los requerimientos de la profecía, y exhibe todas las características del Vice-Cristo; y esto lo cumple con tal completitud y exactitud que habilita al hombre que permita ser guiado por las afirmaciones de la Palabra de Dios por un lado, y por los hechos de la historia por el otro, decir inmediatamente: "Éste es el Anticristo". Lo que hemos dicho está pensado para mostrar las líneas sobre las cuales proseguirá nuestra demostración. Deberemos trazar el paralelismo entre sus respectivas cabezas, Cristo y el Papa, a lo largo de la línea entera de sus carreras. En este paralelismo reposa la esencia de lo que es el Anticristianismo y desde luego la fortaleza de nuestro argumento. Esta falsificación es tan exacta y completa, que ha desviado al mundo en la creencia de que ella es el Cristianismo, y lo ha desviado al desperdicio de no pocas generaciones, a la desestabilización y al derribo de reinos, a la atrofia del entendimiento humano, y a la pérdida de millones de almas inmortales.

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