Guardando el Pacto con Dios en la Educación de Nuestros Hijos Por Greg L. Bahnsen, Ph.D.
Como una confesión de su fe, un testimonio al mundo, e instrucción para todos los verdaderos creyentes, la junta escolar ha determinado adoptar, en la siguiente declaración, su convicción sincera y fundamentada Bíblicamente de que el Señor ha señalado a los padres la responsabilidad y autoridad final para asegurar, guiar y controlar la educación de sus hijos, que debieran ser entrenados en lo que respecta a este mundo y en todas las áreas de la vida pensar los pensamientos de Dios según Su modelo y caminar en todos Sus caminos.
El hombre fue creado, a semejanza de Dios y para la gloria de Dios, para estudiar, subyugar y desarrollar el mundo en el cual Dios le ha colocado (Gén. 1:26-28). Naturalmente, desde el mismo comienzo fue una tarea que pertenecía a los padres, la de inculcar esta perspectiva en sus hijos y ayudarles a ir en pos de ella.
La rebelión ética contra Dios ha resultado en una maldición sobre la humanidad (Gén. 3:17-19) que es experimentada no solamente espiritualmente (Rom. 8:5-8; Efe. 2:1-4) sino también intelectualmente (Rom. 1:21-22; 1 Cor. 2:14; Efe. 4:17-18), y que introduce una antítesis inevitable entre aquellos que antagonizan con Dios y aquellos que pertenecen al Salvador prometido (Gén. 3:15).
De allí que la tarea de obtener conocimiento apropiado del mundo y desarrollar una cultura que glorifique a Dios encuentra tremendos obstáculos y distorsiones, haciendo imperativo que los padres eduquen a sus hijos dentro de la perspectiva y poder de la gracia y revelación de Dios. La redención que Cristo ha asegurado para nosotros no solo nos salva espiritualmente de la ira venidera, sino que también nos libera de la futilidad intelectual y del razonamiento necio en nuestros métodos y aprendizaje con respecto al mundo en el que al presente vivimos.
El conocimiento genuino de cualquier tema que sea comienza con reverencia y sumisión a Dios (Prov. 1:7), particularmente los fundamentos y filosofía que se adhieren al Señor Jesucristo antes que al mundo caído o a tradiciones humanas (Col. 2:8; 1 Tim 6:20). Es la palabra de Dios la que coloca aparte a Su pueblo en la verdad (Juan 17:17). De allí que la neutralidad en la educación no es solamente imposible (Mat. 12:30), sino inmoral (Sant. 4:4). En consecuencia, el propósito de los padres Cristianos debe ser estimular a sus hijos a "llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5), "en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento" (Col. 2:3). Solamente si ellos son primero discípulos de Cristo conocerán la verdad y disfrutarán de libertad real (Juan 8:31-32).
Por lo tanto, desde el mismo principio de la historia, siguiendo especialmente con la introducción de la rebelión del hombre contra Dios, y también a la luz de la naturaleza fundamental de cualquier conocimiento genuino, es una responsabilidad paterna entrenar y educar a sus hijos, sin consideración a la materia de estudio, en la crianza del Señor y a la luz de Su revelación (Efe. 6:4; Prov. 5:1-2; Sal. 36:9; 119:105, 130).
La responsabilidad señalada aquí ha sido parte de la confesión de fe del pueblo de Dios desde los primeros días de su existencia, en realidad, una aplicación primordial del primero y gran mandamiento (Deut. 6:4-5; cf. Mat. 22:37-38). Constituye un elemento central en cuanto a lo que significa guardar el pacto con Dios, para aquellos que son salvos : "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos" - constante y consistentemente, en todo tiempo y lugar, cubriendo todas las esferas del pensamiento humano, actividad y áreas del vivir (Deut. 6:6-9). Se ha de tomar nota de que esta responsabilidad ha sido asignada directamente por Dios a los padres por encima de cualquier otra institución de la sociedad.
Entonces, indiferentemente de cualquier tópico acerca del cual el niño pueda aprender - desde las matemáticas y las ciencias hasta la historia, los estudios sociales, la literatura y las artes - los padres tienen una responsabilidad otorgada por Dios de velar porque sus hijos aprendan estos tópicos, tanto como sea posible (dados los recursos y oportunidades disponibles para sus padres), con la perspectiva y aplicación de la cosmovisión Cristiana tal y como es derivada de la revelación de Dios.