LA ESPERANZA PURITANA por Iain H. Murray (Capítulo I.)

08.05.2013 13:44

 

 

En este libro monumental, primeramente publicado  en 1971, Ian Murray traza la “Esperanza Puritana” de un glorioso avivamiento mundial antes de la segunda venida de Cristo, de la Reforma en adelante. En esta muestra cómo esta esperanza, o fuerte convicción de la llegada de un avivamiento, fue adoptada primeramente por los gigantes del Puritanismo, después por hombres como David Brainerd, Jonathan Edwards y George Whitefield.

Esta visión optimista de una pronta llegadade bendición fue la fuerza dirigente detrás de William Carey y otros que lo siguieron, en el principio de los movimientos misioneros modernos.  Con exégesis académica de la Escritura y bastante material histórico y biográfico, Murray explica e ilustra claramente la Esperanza Puritana. Finalmente, traza el eclipse de su énfasis Escritural y elcorresponte decline en la actividad misionera.

Este es un excelente libro que merece ser leído por todos los Cristianos Evangélicos en busca de una base Bíblica y de los precursores históricos del Gran Avivamiento del Fin de los Tiempos.

Hemos incluido 4 de 11 capítulos.

Los traductores (Alberto Tailor y Caesar Arevalo) estan trabajando para traer los primeros cuatro capitulos a la pagina

de la iglesia puritana reformada en Argentina y a travez de ella a todos los hermanos en la fe, esperamos que la

esperanza puritana sea tu esperanza tambien, saludos fraternales Pastor Sebastian Santa Maria. 

 

Contenido

Capítulo1. Avivamiento Cristiano: Inglaterra
Capítulo 2. Avivamiento Cristiano: Escocia
Capítulo 3.Profecías No Cumplidas: El Desarrollo De La Esperanza
Capítulo4. Testimonio Apostólico: La Base De La Esperanza

Capítulo 5. La Esperanza y la Piedad Puritana

Capítulo 6. El Despertar del Siglo-Dieciocho: La Esperanza Avivada
Capítulo 7. Misiones Mundiales: La EsperanzaEsparciéndose
Capítulo 8. La Esperanza en las Misiones Escocesas
Capítulo 9. El Eclipse de la Esperanza
Capítulo 10. El Segundo Advenimiento de Cristo: La Mejor Esperanza
Capítulo 1. La Perspectiva en la Historia: Cristo Esperanza Nuestra
Apéndice 1. El Derramamiento del Espíritu Santo
Apéndice 2. Perspectivas en Profecía de C. H. Spurgeon

1971 299pp

 


 

 

Capítulo I.

Avivamiento Cristiano: Inglaterra

 

 

‘Se observará, que desde la caída del hombre hasta nuestros días, el trabajo de la rendenciónen su efectoa ha sido llevada por remarcablescomunicaciones del Espíritu de Dios. Aunque siempre existirá una influencia del Espíritu de Dios más constante en cierto grado de atención a sus ordenanzas, no obstante el modo en que las más grandiosas cosas han sido hechas llevando a cabo esta labor, siempre han sido por efusiones remarcables, en temporadas de especial misericordia, como aparecerá más completamente de aquí en adelante en nuestra continuación del tema.’

JONATHAN EDWARDS Historia del Trabajo de Redención, 1774, periodo I, parte I (Tabajos de Edwars, 1840, vol 1

‘¿Cuál puede ser la razón de esta triste observación, Que cuando algunas luces se levantaron formalmente en la nación,brillaron tanto como para dispersar y disipar la oscuridad del papado en poco tiempo; sin embargo ahora que hay más, y más hombres estudiados entre nosotros ,la escuridad llega aceleradamente?¿Acaso no es porque fueron hombres llenos del Santo Espíritu, y con poder; y muchos de nosotros solo estamos llenos de luz y conocimiento, y nociones ineficaces de la verdad de Dios? ¿Acaso los espíritus de los ministros no se propagaron siempre entre la gente? Un ministerio vivificado, y cristianos vivificados.’

ROBERT TRAILL (1642-1716) Por Qué Medios Podrían los Ministros Ganar Mejormente Almas Para Cristo, 1682 (Obras de Traill1682, vol I, 250)

SIGUIENDOcomo se hizo muy después de la Reforma no es sorprendente que el movimiento Puritano en Inglaterra creyera tan firmemente en los avivamientos de la religión como los grandiosos medios por los cuales la Iglesia avanzaba en el mundo.Para la Reforma era en sí mismo el más grandioso avivamiento desde Pentecostés — una Primavera de nueva vida para la Iglesia en escala tal que los sucesos recordados en la era apostólica de tres mil siendo convertidos en un día, y de una ‘gran multitud de sacerdotes’ volviéndose ‘obedientes a la fe’, ya nomas parecían increíble.

La Reforma, y más aún, el Puritanismo, han sido considerados desde muchos aspectospero también muchas veces se han pasado por alto los rasgos principales de estos movimientos, como, por ejemplo, la extensión de sus influencias, la singular posición dada a la Escrituray la transformación del carácter de la moralidad descuidada, son todos efectos del avivamiento. Cuando el Espíritu es derramado en un día de poder, el resultado está enlazado a afectar comunidades enteras e inclusive naciones. Convicción de pecado, y ansiedad por poseer la Palabra de Dios, y dependencia a esas verdades que glorifican a Dios en la salvación del hombre, son consecuencias inevitables.

Hoy en día los hombres podrían preguntarse acerca de las influencias que cambiaron la dirección espiritual de Inglaterra y Escocia tan rápidamente hace cuatrocientos años, haciéndolos naciones lectoras de la Biblia, y testigos de un credo tan poco halagador a la naturaleza humana y tan despreciable al orgullo humano.

Innumerables escritores han intentado este fenómeno por medio de consideraciones políticas y sociales. Han supuesto que el triunfode los Reformadores y Puritanos alcanzado ocurrió a través de una curiosa combinación de circunstancias históricas que no pueden esperarse que vuelvan a suceder. No obstante, para los Cristianos de aquella era, la explicación era enteramente diferente.Ellos leyeron en la Escritura que cuando el Espíritu es derramado desde lo alto es entonces que el desierto se convierte en campo fértil (Is. 32.15). También leyeron, ‘No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos’ (Zac. 4.6), y atribuyeron toda la renovación espiritual de su era a la misericordia de Dios.Tomando esta postura entendieron de una vez por todas que los triunfos de la Reforma eran repetibles — tan repetibles como las victorias de la edad apostólica — pues la Escritura no impone límites en la obra del Espíritu de glorificar a Cristo y extender su reino. De este modo fue en su tiempo recuperada la creencia de la Reforma de lo que podría ser llamado Avivamiento Cristiano, y la atención que los Puritanos que prosiguieron dieron a esta área, influenció profundamente los siguientes siglos y dio al mundo Anglo-parlante lo que podría ser llamado la escuela clásica del pensamiento Protestante en Avivamiento. En efecto,  este panorama se volvió tan prevalente que hasta el siglo diecinueve todos los que escribían acerca del tema representaban el punto de vista puritano.De estos escritores los más notables que trataron el tema del avivamiento en toda su extension fueron Robert Fleming (i6 30—1694) en su Cumplimiento de la Escritura, Jonathan Edwards (1703—1758) en diversas obras, y John Gillies (1712—I 796) en susColecciones Históricas Relacionadas a los Remarcables Periodos del Triunfo del Evangelio.

El comienzo de la Reforma en Inglaterra y Escocia estuvo marcado por una sed dela Escritura entre las personas; la versión de Tyndale del Nuevo Testamento circuló en ambos reinos desde 1526 en adelante, pronto, una fila de predicadores aparecieron, al principio fueron pequeño en número, de quienes sus ministerios fueron asistidos por efectos nunca antes vistos por muchos siglos. De George Wishart, el reformador escocés, martirizado en 1546, tenemos este reporte de su predicación al aire libre: ‘Llegó a un dique en el borde de un páramo, en el sureste de Mauchline, en el cual ascendió. Las multitudes le miraron y se sentaron alrededor de él (Dios dio el día apacible y acalorado). Continuo predicando por más de tres horas. Dios obró tan gloriosamente en ese sermón, que uno de los más malvados hombres que estaba en el país, Laurence Rankin, terrateniente de Shiel, fue convertido. Las lágrimas corrieron por sus ojos en tal abundancia que todos los hombres se maravillaron. Su conversión era sin hipocresía, pues su conversación y vida testificaron en todos los tiempos que vinieron.’

Pronto, escenas como esta se volvieron comunes en el norte del reino. En Mayo, 1556, John Knox, aguantando el acoso delas potencias católicasque aúncontrolaban elpaís, predicó durante diezdías consecutivos enEdimburgo. Cuando regresó otra vez a Escocia, en 1559, el avivamiento espiritual se generalizó. ‘Dios hizo multiplicarse nuestro número’, acerca del crecimiento de la causa Protestante Knox escribe, ‘que parecía como si los hombres hubieran llovido de las nubes.’ En una carta escrita a un amigo Inglés, el 23 de Junio de 1559, dice: ‘Ahora, por cuarenta días y más, mi Dios ha usado mi lengua en mi país natal, para la manifestación de su Gloria. Cualquier cosa que ahora prosiga, como tocarse mi propio cadáver, sea su Santo Nombre glorificado. La sed de la gente pobre, así como de los nobles de aquí, es extraordinariamente grande, me dio tranquilidad de que Cristo triunfará por un tiempo aquí, y en lasextremas partes del norte de la de la tierra.’

Mirando hacia atrás a este glorioso periodo en la Historia Eclesiástica Escocesa. Kirkton escribió después: ‘La Iglesia de Escocia ha sido singular entre las iglesias. Y, primeramente, debe ser admirada que, mientras que en otras naciones el Señor consideró suficiente el convencer unos pocos en una ciudad; villa, o familia para sí, dejando la mayor parte en oscuridad, en Escocia la nación entera fue convertida a montones; y con el paso de los años el papado fue después dado de baja en Escocia; no se encontraban diez personas de calidad que no profesaran la verdadera religión reformada, y así fue por lo general en proporción a lo común ¡Oh! Aquí nació una nación en un día.’ Aún cuando la afirmación se presta al número de quienes fueron llevados por persuasión superficial, en vez de convicción interna espiritual, la historia de la Reforma Escocesa sostiene un elocuente recuento del basto suceso que el Evangelio tenía en ese tiempo. Fue  un glorioso avivamiento.

Lo mismo se puede decir de Inglaterra. A pesar de las severas penalidades contra la posesión de la Escritura, y contra la predicación no autorizada, el interés espiritual se esparció rápidamente en los últimos años de Enrique VIII, después de la aparición del Nuevo Testamento de Tyndale. Durante el reino del niño Rey, Eduardo (1547—1553), la predicación pública por parte de Latimer, Hooper, Bradford y otros fue oída con remarcable éxito.Un artículo en los archivos de San Margaret, Westminster, lleva su testimonio propio de como la gente presiona por oír la Palabra de Dios; se señala que un chelín y seis peniques se gastaron ‘para reparar las arrodilladuras de las bancas que se rompieron cuando el Doctor Latimer predicó.’ Hablando de unos años después, John Jewel escribe acerca de encuentros al aire libre en la Ciudad de Londres: ‘Algunas veces todas las seis mil personas de Paul Cross estaban sentados juntos, lo cual era extremadamente gravoso a los papistas.’ Detalles como estos muestran que la Reforma Inglesa fue mucho más que una serie de Actos legislativos ejecutados por las autoridades. Ciertamente se encontraban decisiones políticas, pero la política que demandaba quemar  cerca de tres mil Protestantes en el reinado de Mary Tudor (1553—1558) sirvió para demostrar que esas convicciones plantadas en tantos corazones no podían ser desenraizadas por ninguna fuerza. En la muerte de Mary la última monarca Católica Inglesa de Tudor los días de esa escena pasaron, y dos años después, en 1569, el Parlamento Escocés abolió formalmente la religión Católica en Escocia.

La tormenta de persecución que hizo volar el reino de Mary hizo más que poner a prueba las raíces de la nueva fe. Dirigiendo temporalmentealexilio aun número de líderes espirituales más jóvenes, los llevó a un contacto más cercano con la iglesias Reformadas del Continente. La infuencia de los dos téologos Continentales, Martin Bucer y Peter Martyr, ya se había sentido desde que enseñaban en Cambridge y Oxford respectivamente en los días de Edward VI, pero ahora, que una congregación de unos doscientos exiliados se reunió en Ginebra, el peso completo del ministerio Calvinista — tan poderoso en el púlpito como en la sala de conferencias — fue experimentado de primera mano. Desde este refugio en los Alpes Suizos, Knox y Cristopher Goodman fueron a Escocia, Mientras otros regresaron a Inglaterra después de la ascensión de Elizabeth I en 1558. A partir de entonces los dos grupos en Inglaterra y Escocia desarrollaron juntos líneas paralelas, como dos corrientes originándose de la misma fuente. La fuente no era tanto Ginebra, como la Biblia que los exiliados tradujeron y publicaron con muchas notas marginales en 1560. Entre esa fecha y 1644 no menos de 140 ediciones de la Biblia de Ginebra fueron repartidas y, como un moderno escritor dice, ‘fue leída en cada hogar Presbiteriano y Puritano en ambos reinos’. Cuando estas dos corrientes se unieron nuevamente en la reunión de la Asamblea de Westminster en 1643, su unanimidad fue una expresión sin igual de grandiosas verdades de religión evangélica puestas en la Confesión de Fe y en los Catecismos Mayores y Menores. En su entendimiento del evangelio y en su divinidad práctica los Cristianos de Inglaterra y Escocia fueron entonces uno, y las exposiciones teológicas Escocesas eran tan ávidamente leídas en Londres como los escritos Puritanos Ingleses del borde norte.

El problema que confrontaron los evangélicos Ingleses y Escoceses en 1560 fue básicamente el mismo, sucintamente, la necesidad de difundir el evangelio a nivel parroquial eclesiástico en países que se habían vuelto formalmente Protestantes. En Inglaterra el primer obstáculo a este esfuerzo fue el peso de la Iglesia muerta, que pensaba ‘reformado’ como Acciones del Parlamento, mantenida en muchas áreas en su vieja condición espiritual pre-Reformada. Para el siguiente siglo los ‘Puritanos’, como fueron nombrados por primera vez en los 1560’s se dieron al trabajo de renovar la Iglesia nacional, un trabajo que fue terminado con la expulsión de muchos de ellos después de haber pasado el Acto de Uniformidad en 1662. La mejor era Puritana duró estos cien años.

En Escocia, desde el principio, La Iglesia de Escocia era libre de los enredos que el estado semi-reformado de la Iglesia causó en Inglaterra. De un soplo, el viejo sacerdocio y la jerarquía Episcopal perdieron sus lugares, excepto en las aún Tierras Altas Católicas, y el liderazgo de la Iglesia Reformada estaba en las manos de Knox (c.1514—1572) y su descendencia. Aún así la forma presbiteriana de gobierno eclesiástico, que les hizo libres de la corrupción del prelado e hizo posible el ejercicio de una disciplina eclesiástica escritural, no continuó por mucho tiempo sin impedimento. James VI de Escocia no tenía más entusiasmo por la piedad experimental que su madre, Mary Reina de Escoceses, quien fue depuesta del trono en 1567, y enseguida fue a ponerse en contra de los sucesores de Knox, una actividad con la que se pudo comprometer con todo el máximo de su poder cuando se hizo de James I, Rey de Inglaterra en 1603. Después de ahí, ayudado por los obispos, trabajó para coartar la independencia de la Iglesia Escocesa y para suprimir a los Puritanos Ingleses. Esta fue la política que se fue a extender en la Guerra Civil de 1642 y la derrota de su hijo, Charles I.

A pesar de la fuerza empleada en contra de ambos Puritanos y Pactantes (el término es usualmente adjudicado a los descendientes Escoceses por sus alianzas afirmando la religión Reformada) ambos prosperaron y fue porque el levantamiento de marea de la vida espiritual no pudo ser  efectivamente contraatacado. Una escuela de predicadores se levantó en ambos reinos de quienes puede verdaderamente decirse que su evangelio no vino de palabra solamente, ‘sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre’.   (1 Tes. 1:5)

En Inglaterra la Universidad de Cambridge era la enfermería para su escuela. Thomas Cartwright le dio al movimiento su momento en los tempranos 1560tas cuando su predicación en Great St. Mary’s se hizo tan popular que ‘el sacristán se vio obligado a bajar las ventanas, a razón que las multitudes que venían a escucharlo’. Cartwright y otros fueron rápidamente depuestos por su audacia pero el lema del movimiento continuó siendo, ‘Oren por la reforma por el poder de la Palabra predicada’. De los 1570’s en adelante, los amigos de Cartwright, como Richard Rogers, John Dod y Arthur Hildersham, comenzaron a poner esto en práctica a nivel iglesia parroquial. En los próximos treinta años pocos olearon en una inundación, en parte a través de la fundación de Emmanuel College y Cambrige por Sir Walter Milmay en 1584 (‘para ayudar a tantos como fuese posible en la administración de la Palabra Divina y los Sacramentos’), y en parte por la conversión de William Perkins.

Perkins nació en el año de la ascensión de Elizabeth, se hizo estudiante en Christ’sCollege, Cambridge, en 1577 cuando estaba sin ningún interés espiritual. El gran cambio vino cuando él era todavía un estudiante. A la edad de veinticuatro se hizo un Miembro de su colegio y después, por alrededor de quince años hasta su temprana muerte en 1602, predicó en la Iglesia de St. Andrew en la misma universidad de la ciudad. En estas dependencias Perkins tenía una enorme influencia. Aún en 1613, cuando Thomas Goodwin fue a Cambridge, nos cuenta que ‘el pueblo entero estaba lleno del discurso de poder del ministerio’ del Sr. Perkins’. ‘Maestro Perkins,’ dice Samuel Clarke, ‘sostuvo  una luz ardiente y brillante, chispas de la cual volaron al extranjero en todos los rincones del reino.’

Un poder similar descansó en el ministerio de Laurence Chaderton(c.1536—1640), el primer Maestro en Emmanuel College, una posición que resignó en favor de otro Puritano, John Preston, en 1622. Por cincuenta años Chaderton también fue profesor en StClement’s Cambridge, y cuando dejó su cargo en 1618, a la edad de setenta y dos, se ha dicho que cuarenta ministros le rogaron que terminara, atribuyendo su conversión a él. Thomas Goodwin reporta las palabras de un amigo en Cambrige que, hablando de la convicción de pecado que acompañaba la predicación de Chaderton, declaraba que ‘cuando escuchó al Sr. Chaderton predicar el evangelio, su aprensión era como si el sol, llamado Jesucristo, brillara en un estercolero’. En una ocasión cuando Chaderton había predicado por dos horas y prometió detenerse, fue interrumpido por el clamor de la congregación, ‘¡Por el amor de Dios Sr. Siga, siga!’

Para finales del siglo diecisesis Cambridge estaba empezando a cosechar resultados del trabajo hecho por la primera generación de Puritanos a nivel iglesia parroquial. Richard Rogers, por ejemplo, que trabajó duramente con mucho éxito en Wethersfield, Essex, de 1574 a 1618, fue Paul Baynes, uno de los primeros pupilos en su escuela parroquial eclesiástica, se convirtió en el sucesor de Perkins en el profesorado de la Iglesia en St. Andrew en 1602. No deseando tener otro como Perkins, las autoridades suspendieron a Baynes, pero no sin que antes haya sido usado como un instrumento en la conversión de muchos, incluyendo a Richard Sibbes que por sí mismo se convirtió en uno de los predicadores más exitosos de la era Puritana. Cuando Sibbes fue nombrado como prodesor en Holy Trinity, Cambridge, en 1610, tuvieron que construirse galerías adicionales para acomodar la amontonada congregación. Después de 1615 fue ‘predicador’ en Gray Inn, Londres, pero regresó a Cambridge como Maestro en el Salón de St. Catherine en 1626 y lo combinó con su puesto en Londres hasta su muerte en 1635. Uno de los Miembros en el Salón St. Catherine, durante este periodo, fue Thomas Goodwin, quien en un sermón predicado en ese tiempo reflejó así el gran trabajo de Dios en Cambridge: ‘Si en alguna edad o en alguna costa ha sido o se ha tenido plenamar, es ahora en Inglaterra… Y este evangelio hizo a este reino y este pueblo como una “corona de gloria en la mano del Señor;” y “la gloria de toda la tierra”, como fue llamada en Jerusalem.’

Es cuando uno mira a algunos de los ministros producidos en esta enfermería de predicadores en Cambridge que la era Puritana se revela a sí misma como una era de avivamientos. Solamente podemos hacer una pausa para dar unos pocos ejemplos ilustrativos.

William Gouge(1575—1653), un estudiante en Cambridge en los días de Perkins, se volvió ministro en la iglesia de Blackfriars, Londres, en 1608; aquí permaneció por cuarenta y cinco años y seis meses. Su práctica general era predicar dos veces en Domingo y una cada mañana a una iglesia llena. Sus sermones expositores de Hebreos enumeraron más de un millar, un trabajo del cual guardó la mitad de un capítulo que había completado para publicar en el tiempo de su muerte. De este hombre leemos, que Dios le hizo ‘un anciano padre en Cristo... ya que miles habían sido convertidos y construyeron mediante su ministerio’. Su hijo, Thomas Gouge, le siguió en el ministerio, y después de su expulsión en 1662 trabajó duro para establecer el evangelio en la Principalidad de Wales.

Samuel Fairclough(1594—1677)dejó Cambridge en 1623 por Barnardiston en el Este de Anglia. Seis años después se movió a Kedington, a diecisiete mil millas de Cambridge, donde permaneció hasta la Gran Expulsión. En el tiempo de este asentamiento el lugar era caracterizado por profanidad e ignorancia, pero ‘cuando cuando había estado allí alguna vez fue tan grande la alteración que no había una familia en veinte de la piedad profesada’. Muchos cabalgaban de Cambridge a oír la ‘lectura’ deFairclough de los Jueves y hasta no mucho después fueron olvidados esos días de bendición espiritual. La Iglesia de Kedington, Samuel Clarke nos dice, estaba ‘tan abarrotada, (aún para una aldea, de mucha capacidad) quno había quién pudiera entrar, al menos por unas horas asistiendo antes de que su servicio comenzara; y luego estaban generalmente enfiladas de montones y multitudes de personas afuera, quienes venían  (muchos) de muy lejos, (algunos más allá de las veinte millas), de tal manera que para que quisieras ver la Iglesia de cerca (que asimisma era muy espaciosa), barricada con caballos, atados a las barandillas externas, mientras sus dueños esperaban avariciosamente para oir la palabra de vida de su boca’.

Está claro que escenas como esta estaban lejos de ser raras en el Este de Anglia en la primera mitad del diecisieteavo siglo. El padre deSamuel Fairclough, Lawrence Fairclough, había visto prosperidad espiritual en su ministerio  en Haverhill, Suffolk, antes de su muerte en 1603. El sucesor de su trabajo en Haverhill fue uno de los más “avivados” de todos los predicadores Puritanos y uno del cual su ministerio era asistido con un poder del cual apenas estaba siendo hablado a mediados del siglo dieciochoavo. Este John Roger. Nieto de Richard Rogers de Wethersfield, por el apoyo financiero del cual estudió Emmanuel de 1588 a 1592. En 1605 fue llamado de Haverhill a ser “conferenciante” en el encantador valle de Dedham, después de que el mundo lo conoció por las pinturas de John Constable pero famoso en el diecisieteavo siglo por la grandiosa cosecha espiritual que tomo lugar bajo el ministerio de Roger. ‘Vayamos a Dedham para tomar un poco de fuego’ se volvió un decir tan común entre sus contemporáneos.

Thomas Goodwin fue uno de los que fueron a Dedham, mientras estudiaba en Cambridge, y muchos años después cuando era el Dr. Goodwin y Presidente del MagadelnCollege, Oxford, le reportó su recuerdo de ello a John Howe que lo registró de la siguiente forma:

‘Me dijo que siendo él mismo, en el tiempo de su juventud,  un estudiante en Cambridge, y habiendo escuchado tanto del Sr. Roger de Dedham, en Essex, hizo un viaje de Cambridge a Dedham para oírle predicar en su lectura del día. Y en ese sermón cayó en una disertación con las personas acerca de su rechazo de la Biblia (Me temo que es más rechazada en nuestros días); personificando como Dios a las personas, diciéndoles, “Bueno, he confiado en ustedes por tanto tiempo con mi Biblia; la han aligerado, miente en esta y estas otras casas todas cubiertas con polvo y telarañas. No tienen cuidado en mirar en ella ¿Utilizan mi Biblia entonces? Bueno, no tendrán mi Biblia más.” Y tomaba la Biblia de su cojinete, y parecía como si se retirara con ella, y retirándolas de ellos; pero inmediatamente se da vuelta y personifica al pueblo de Dios, cae sobre sus rodillas, llora y suplica de todo corazón, “Señor, haz lo que quieras con nosotros, pero no te lleves tu Biblia de nosotros; mata a nuestros niños, quema nuestras casas, destruye nuestros bienes; sólo devuélvenos tu Biblia, sólo no te lleves nuestra Biblia”. Y después personifica a Dios otra vez: “¿Así lo dicen? Bueno, Les probaré por otro poco; y aquí está mi Biblia para ustedes, veré como la usarán, si es que la aman más, si es que la valoran más, si es que la reflexionan más, si es que la practican más, y viven de acuerdo a ella.” Pero con estas acciones (como me dijo el Doctor) puso a toda la congregación en una posición tan extraña que jamás volvió a ver en alguna congregación en su vida. El lugar era un mero Boquim, generalmente las personas (como era) la inundaban con sus propias lágrimas; y me dijo que él mismo, cuando salió y estaba por tomar su caballo para irse de nuevo, de buen grado abrazó el cuello de su caballo por un cuarto de hora llorando, antes de que tuviera fuerzas para montar, había una impresión tan extraña en él,  y generalmente en las personas que habían disertado en esta forma por el rechazo a la Biblia.”

Otro testigo ocular del ministerio de John Rogers fue John Aquier, el cual estaba bajo su supervisión por un periodo de tiempo mientras completaba su preparación para el ministerio. ‘el Sr. Rogers’, dijo Angier, ‘era un prodigio de fervor y éxito en sus labores ministeriales’ y recordó cómo un sentido de la grandeza de los asuntos eternales se apoderaba de la abarrotada iglesia en Dedham; en una de esas ocasiones Rogers sostuvo las ofrendas del altar sobre el púlpito con ambas manos, ‘gruñiendo horrorosamente para representar los tormentos de los condenados’. En otro tiempo cuando Rogers estaba tomando un servicio de casamiento predicó de la necesidad de la vestimenta de matrimonio: ‘Dios hizo la palabra tan efectiva que la solemnidad del matrimonio se tornó en un amargo luto, así que los ministros que estaban en el casamiento fueron empleados para confortar o aconsejar a aquellos quienes sus conciencias habían sido despertadas por el sermón.’

Cuando el ‘Gran Avivamiento’ empezó en América en 1740 y sus críticos se quejaron de la novedad de las señales externas de profunda pena y convicción siendo atestiguadas en muchas congregaciones, el anciano Timothy Edwards les recordó lo común que esto había sido en los días de John Rogers.

Nos contentaremos con un ejemplo más de la extraordinaria medida del Espíritu Santo que descansa en la mayoría de laspredicaciónes en la Inglaterra del periodo Puritano. Esta vez podemos citar una referencia de las pocas narraciones ministeriales que sobrevivieron de hace trescientos años, la autobiografía de Richard Baxter (1615-1691).

Baxter nació y pasó su juventud en Shropshire, una parte de Inglaterra comparablemente poco influenciada por el movimiento Puritano. En su infancia oyó la palabra ‘Puritano’ sólo como un término de escarnio en su vecindad, los aldeanos pasaban su Domingo, a excepción del breve periodo en que la Oración Común era leída, ‘bailando bajo un Sebucán y un gran árbol, no lejos de la puerta demi padre’. Los libros, sin embargo, penetraron donde no había un predicador digno. Cerca de la edad de quince años Baxter fue despertado y fue ‘muchas veces al día con una conciencia vibrante’ a través de la lectura de una Resolución de Edmund Bunny. Otro libro, obtenido de un vendedor ambulante,  entró en este estado de pesar: fue el de Richard Sibbes’ el Junco Roto ‘el cual abrió más del amor de Dios para mi, y me dio una vívida aprehensión del Ministerio de la Redención, y en cuanta deuda estaba con Jesucristo’. En estas nuevas convicciones fue confirmado por el préstamo de un siervo de su padre de una parte de los Trabajos William Perkins.

La teología de Baxter nunca alcanzó la madurez escritural completa de la escuela de Sibbes y Perkins, en parte, quizá, porque no compartió las oportunidades disfrutadas por muchos que entrenaron en Cambridge en esos años. Sin embargo, como un predicador de avivamiento a la conciencia, con constante énfasis en la necesidad de piedad personal, Baxter consiguió la posición frontal entre los siguientes Puritanos. La parte más memorable de su ministerio fue ejercida en Kidderminster, Worcesshire, primero por dos años que precedieron a la Guerra Civil de 1642-6: luego resumiendo en los tempranos 1640 cuando la paz fue otra vez restaurada, y continuando hasta 1660. Mirando hacia atrás en el gran cambio que había sido obrado en Kidderminster, Baxter escribió por el año 1666:

‘Y Dios también se agradó en darme abundante ánimo en las Lecturas que prediqué fuera en otros lugares; como lo fue en Worcester, Cleobury, etc., pero especialmente en Dudley y Sheffnal; en el primero de los cuales (siendo el primer lugar en que alguna vez prediqué) lo pobres Fabricantes de Clavos y Laboristas no sólo abarrotaban la Iglesia tanto haya visto alguna vez en Londres, y también se colgaban en las ventanas y las barandillas sin ninguna..., así que debo aquí, para la alabanza de mi querido Redentor, colocar este pilar de recordatorio ¡aún a Su loor que me empleó tantos años en tan confortante labor, con tal ánimo triunfal!

Baxter prosigue en describir el triunfo espiritual en general  que marcó el periodo de Mancomunidad y refuta los desdenes de aquellos en los días de Charles II quienes atribuían la ‘piedad’ de la primera edad a la materia de ganancia que los hombres obtenían por su hipocresía:

‘Sé que en estos tiempos ustedes tal vez se encuentren con hombres que confiadamente afirmen que toda la religión fue tirada abajo, y que la herejía y el cisma eran la única piedad; pero les doy advertencia a todas las edades a que presten atención a como es que creen... Debo llevar es fiel testigo a esos tiempos, lo tanto que estoy al corriente, fueron antes de que hubiera un Predicador piadoso rentable, había entonces seis o diez; y tomando un lugar con otro, conjeturo que existe un incremento proporcionable de verdadera gente piadosa,  sin contar a heréticos o pérfidos rebeldes o perturbadores de iglesia como tales: Pero este incremento de piedad no fue igual en todos los lugares: Puesto que en algunos lugares donde los ministros fueron formales, o ignorantes, o débiles e imprudentes, contenciosos o negligentes, los párrocos fueron tan malos como antes. Y en algunos lugares, donde los ministros tenían partes excelentes, y vidas santas, y sedientos tras el bien de las almas, y dedicados completamente, en su tiempo, se establecieron allí con fuerza, y no pensaron en el dolor o las pérdidas excesivas, su abundancia fue convertida a una piedad seria. Y con esos de un estado medio, por lo general había una medida de éxito mediana. Y debo añadir esto a la certera información de la posteridad, que Dios bendijo gloriosamente las labores de estos unánimes y fieles ministros, que si no hubiera sido por el hecho de los Preladitos por un lado, que atrajeron a los hombres y los hechos de los enfermizos y turbulentos Sectarios por el otro lado, (que tiraron abajo todo gobierno,  hicieron llorar a los ministros, y rompieron todo en una confusión, e hicieron a las personas terminar, no sabiendo de qué religión ser); juntos, con un poco de pereza y egoísmo en muchos del ministerio, digo, si no hubiera sido por estos impedimentos, Inglaterra hubiera sido, como en un cuarto de siglo, la Tierra de los Santos, y un modelo de santidad a todo el mundo y el incomparable paraíso de la tierra.’

El testimonio de Philip Henry (1631—1696) debe también ser citado en consideración a la prevalencia de la religión evangélica en el periodo Mancomunal. Henry fue a la Iglesia de Cristo, Oxford, en 1647, y en unos pocos años cuando Thomas Goodwin se hizo Presidente de MagdalenCollege y John Owen Dean de la Iglesia de Cristo, la universidad disfrutó un periodo de vida espiritual comparable a aquél tiempoconocido en Cambrige en años tempranos. Otros que estudiaron o enseñaron en la universidad incluyeron a Joseph Alleine, John Howe y EstephenCharnock. En el temprano siglo dieciocho, cuando la ruina espiritual que acompañó la Restauración terminó su trabajo, el fascinado espectador divertía a sus lectores con un cuento describiendo como Goodwin examinaba a los postulantes en Magdalen no tanto en Latín o en Griego como en el estado de sus almas. La examinación de un estudiantepostulante, ‘criado por padres honestos, fue resumida en una corta pregunta, en concreto, si ¿estaba preparado para la muerte?‘ Ridículo debió haber sido esto a los Espectadores lectores, pero Mathew Henry aprendió distinto del Oxford en los días de su padre:

‘Frecuentemente lo mencionaría con gratitud a Dios, cuan grandes auxilios y ventajas tuvo entonces en la Universidad, no sólo para aprender, sino también para religión y piedad. La piedad seria estaba en reputación, y además de las oportunidades públicas que tenían, habían muchos de los estudiantes que solían encontrarse juntos para orar, y conferencian ismo cristiano, para la gran confirmación en el corazón de unos y otros en el temor y amor de Dios, y la preparación de ellos para el servicio a la iglesia de su generación. Le he oído hablar del prudente método empleado en aquél entonces acerca de los sermones Universitarios en el día del Señor por la tarde; los cuales solían ser predicados por miembros de colegios en sus cursos; pero, ello no fue hallado de mucha edificación, el Dr. Owen y el Dr. Goodwin interpretaron el servicio alternadamente, y los jóvenes maestros que estaban acostumbrados a predicarlo, tenían una conferencia agendada los martes.’

Philip Henry pasó sus primeros ocho años de su ministerio en Worthenbury en Flintshire, y después en BroadOak, Flintshire, hasta su muerte en 1696. En aquellos años recientesel gran beneficio que Inglaterra formalmente disfrutó se volvió más aparente. ‘Algunas veces diría, ’ escribe su hijo, ‘que durante esos años entre cuarenta y sesenta [en 1640-1660], pensaron que en los reportes civiles habían grandes desórdenes, y lo fundamentos estaban fuera de su curso, aún así, en las materias de adoración a Dios, las cosas fueron bien; había libertad, y reformación, y un rostro de santidad estaba sobre la nación en poder y pureza; y aunque había mucha enemistad, la religión aún, al menos en la profesión de ella, prevaleció. Esto, dijo él, lo conocemos todos muy bien, dejen a los hombres decir lo que quieran de aquellos tiempos.’