La Modestia Cristiana (Rev. David Silversides)
El siguiente sermón fue predicado por el Rev. David Silversides en la Iglesia Reformada Presbiteriana de Loughbrickland, Irlanda del Norte el 22 de febrero de 2009. Se ha transcrito tal y como fue pronunciado. Traducción de Raquel Berrocal.
“Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1ª Timoteo 2:9,10).
El tema es la modestia cristiana en el vestir - ¿Qué enseña la Biblia? Cristo es nuestro Rey y los cristianos han comenzado a reconocerle como tal. Esto significa que toda la vida debe estar sujeta a Su Palabra. Si la Biblia dice algo acerca de la forma de vestir, y así es, entonces nos concierne escuchar y seguirla.
El alcance del tema
Primero, no vamos a tratar cuestiones de gustos. Eso pertenece al reino de la libertad cristiana. Algunas personas son más sensibles que otras al arreglo, la combinación de colores, etc. No es asunto de un ministro de la Palabra de Dios pronunciarse sobre tales asuntos, y además sería bastante ridículo hacerlo.
Segundo, no vamos a tratar, en esta ocasión, cuestiones de género, es decir, cuestiones relativas a la diferenciación entre la forma de vestir masculina y la femenina. No es porque no haya nada que decir, sino porque el tema ya es lo bastante amplio.
Tercero, nos limitaremos al tema de la modestia sexual en el vestir. Este es un asunto de principios morales. El Señor Jesucristo dijo:“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27,28). Si un deseo lujurioso como este ya está atentando contra el séptimo mandamiento, vestirse conscientemente de una manera que provoque o aliente tal pecado, también debe ser pecaminoso. Por esta razón, el Catecismo Mayor de Westminster enseña que el séptimo mandamiento requiere “modestia en el vestir” (respuesta 138) y prohíbe “el vestido inmodesto” (respuesta 139).
Cuarto, vamos a fijarnos específicamente en la cuestión de la modestia sexual femenina. Hay una razón para ello. No es que la cuestión de la modestia sexual masculina sea completamente irrelevante para los hombres. Existen modas masculinas que han sido diseñadas para potenciar aspectos de las formas masculinas que los cristianos, por supuesto, deberían evitar. Sin embargo, el problema afecta en mucha mayor medida a la moda femenina. ¿Y por qué? Porque a los hombres, en general, les afecta mucho más lo que perciben con la vista que a las mujeres. A las mujeres, en general, les afecta más una combinación de varios estímulos, no sólo los visuales como a los hombres. El deseo sexual se suscita inmediatamente en los hombres sólo con mirar. “Hice pacto con mis ojos; ¿cómo pues, había yo de mirar a una virgen?” (Job 31:1). Otros pasajes muestran también este énfasis en que los hombres pecan fácilmente al mirar a una mujer. El Catecismo Mayor ofrece como base bíblica en las respuestas a las que ya nos hemos referido, el versículo con el que empezábamos: “Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia” (1ª Timoteo 2:8). Este versículo se refiere específicamente al atuendo femenino. En los versículos anteriores, se trata el papel de los hombres que están en el liderazgo de la iglesia, y después el apóstol se dirige a las mujeres y les dice que deben vestirse con modestia. Luego continúa con otros asuntos de orden y decoro en la iglesia y del gobierno y los oficios de la iglesia en el capítulo 3. Otro texto mencionado por el Catecismo Mayor es Proverbios 7:10, que habla del “atavío de ramera”. Y en Isaías 3:16 es a las mujeres en particular a quienes se reprende por su forma de vestirse además de por su conducta:”Asimismo dice Jehová: Por cuanto las hijas de Sión se ensoberbecen, y andan con cuello erguido y con ojos desvergonzados; cuando andan van danzando, y haciendo son con los pies”.
Quinto, esto no es un ataque contra las mujeres; no es misoginia. Ni refleja falta de respeto hacia las mujeres: más bien lo contrario. Lo que queremos es destacar la dignidad de las mujeres cristianas para que no se vendan barato conformándose a las reglas de este mundo. Puesto que la Escritura se refiere específicamente al atuendo femenino modesto, a la forma modesta de vestir, entonces es correcto que esto se explique.
Sexto, no debemos asumir malas intenciones en alguna hermana en Cristo que se viste de una forma sexualmente falta de modestia. Es un deber cristiano ser caritativo al emitir un juicio y atribuir las mejores razones a lo que otros cristianos hacen. Hay mujeres cristianas que no tienen ni idea del efecto que su manera de vestir produce en los hombres. No debemos asumir otros motivos más que éste sin una buena razón. Ni los jóvenes que se esfuerzan por luchar contra el pecado sexual deben amargarse y asumir malas intenciones de sus hermanas en Cristo.
Séptimo, cualquier fallo de las mujeres cristianas en este tema debe considerarse como, posiblemente, un fallo de los maridos y los padres cristianos. Se supone que los hombres no deben ser peleles, sino líderes y buenos gobernantes de sus hogares. La falta de modestia en las mujeres, si el marido o el padre es creyente, debe suscitar la pregunta de si él le ha dejado claro cómo piensan los hombres al respecto. Aquellos maridos que permiten que sus esposas se vistan de forma indecorosa están siendo, como mínimo, negligentes – quizá se han acostumbrado tanto que se han insensibilizado en cuanto al efecto que el aspecto de sus esposas puede provocar en los demás hombres. Los padres pueden ser sencillamente débiles al no querer explicarles a sus hijas la verdad sobre la forma de vestir o esperar que ellas se salgan de la norma que marcan sus amigas; el resultado es el mínimo común denominador en el vestir. O puede que un padre se haya acostumbrado tanto a pensar en su hija como en su niñita que no es capaz de ver el hecho de que su niñita se ha convertido en una mujer y en un posible objeto de deseo para otros hombres.
Octavo, este tema nunca debe utilizarse como una excusa para pecar por parte de los hombres. Si un hombre desea lujuriosamente a una mujer que no es la suya, está pecando. El Islam es particularmente malvado al cargar toda la responsabilidad por el pecado masculino en las mujeres. El Dr. Patrick Sookhdeo afirma de la perspectiva islámica de las mujeres, que “Son consideradas una fuente de tentación para los hombres y deben ser protegidas de sus propias debilidades” (“Islam: el Desafío a la Iglesia”, 2006, pg. 32). En el Islam, la culpa del pecado sexual se achaca totalmente a las mujeres. La verdad es que toda lujuria sexual masculina es pecado y es un pecado suyo. Sólo se convierte en pecado de la mujer si ella lo provoca con su comportamiento o su forma de vestir. Noveno, la responsabilidad de una mujer es limitada. No se requiere de una mujer que evite toda la lujuria masculina, sólo para asegurar que no es ella quien la está provocando. Los hombres pueden desear sexualmente a las mujeres, no importa cómo ellas se vistan. Aunque fueran vestidas con un saco de pies a cabeza, los hombres seguirían siendo capaces de cometer adulterio en su corazón. El Islam es un testimonio vivo del absurdo de pensar que los límites externos pueden resolver el pecado. También es un testimonio de la incapacidad de la religión falsa para cambiar el corazón. A todos nos sorprendió recientemente leer una noticia en la que unas misioneras que trabajan en un país islámico, donde las mujeres van totalmente cubiertas de pies a cabeza y no dejan nada a la vista excepto los ojos, son constantemente acosadas en el mercado local. Se las toca y se las molesta con intenciones sexuales aunque ni siquiera mantienen la mirada; los hombres siguen pecando aún así. Martín Lutero, antes de su conversión, dijo que quebrantaba más el séptimo mandamiento en la celda de su monasterio que afuera. El pecado puede obrar en el corazón y en la mente sin ningún estímulo visual.
Décimo, nuestro propósito no es hacer que las mujeres se vuelvan excesivamente analíticas y críticas consigo mismas, sino producir una conciencia sana y equilibrada de la necesidad de vestir para la gloria de Dios; reflexionar sobre cómo se visten. Queremos dar unas líneas generales. No buscamos una aproximación obsesiva o una preocupación enfermiza, sino un interés serio en seguir la Palabra de Dios. Este es el alcance de nuestro tema.
La dificultad del tema
Se trata de un tema embarazoso. Es difícil de escuchar y aún más difícil resulta hablar sobre él. Por eso se ignora muy frecuentemente en círculos cristianos. Todo el mundo finge que no existe ningún problema. Es como si hubiera un enorme elefante en la sala que es imposible no ver, pero nadie se atreve a mencionar. Tanto es así que los creyentes son muy conscientes del problema, pero nadie quiere ser el que diga algo al respecto. Los pastores suelen mantener silencio, naturalmente. Aquellos que hablan de ello son considerados como extremistas o como si tuvieran algún problema personal con el tema en particular. Y confesamos que incluso nosotros mismos no nos hemos aventurado a profundizar en el asunto. Durante los últimos 20 años, sólo lo hemos mencionado de pasada, rara vez, durante las predicaciones. Llevamos 11 años organizando las reuniones mensuales que celebramos después del culto, y ese es el tiempo que hemos tardado en acercarnos al tema. Así que lo hacemos ahora, después de haberlo anunciado previamente, lo cual ayuda bastante. Ayuda al pastor a no posponerlo o dejarlo para otro día aunque, seguramente, nos encantaría hacerlo. La verdad es que la gran mayoría de los hombres luchan contra el pecado en la esfera sexual y encuentran que la forma indecente de vestir se lo hace mucho más difícil. Al menos el 95% de los hombres lo reconocerían, a menos que sean unos mentirosos, y es necesario tratar el tema por esa razón. Si nunca se aborda, la situación no mejorará y puede que incluso empeore en el futuro.
En una reunión relativamente pequeña, hablar sobre el tema se vuelve aún más incómodo. Por eso haremos lo que normalmente no hacemos, y diremos que esta charla está siendo grabada. Lo hacemos no porque lo que se diga no sea aplicable a quienes están presentes, sino porque puede ser que cada detalle de lo que se diga no se pueda aplicar a todos los que están aquí presentes. No os quedéis ahí sentados pensando: “Me pregunto a quién se estará refiriendo ahora”. Si algo se puede aplicar a ti mismo, recíbelo en tu corazón. Si no, puede que sea de ayuda a otra persona que lo pueda escuchar en otro momento. Pero todos necesitamos conocer la enseñanza bíblica y no sólo individualmente. Las mujeres cristianas también, sí, pero también los padres y las madres. Los padres deben estar alerta. Es necesario que ellos instruyan a sus familias, a sus hijas, para que tengan una visión correcta de este asunto.
Entonces está claro que existe una dificultad en definir la modestia, incluso en encontrar un punto de partida. ¿Por dónde empezamos? Hay tantas variables que podríamos pensar que es imposible encontrar por dónde coger el tema. Sin embargo, se encuentra en las Escrituras como un requisito para las mujeres cristianas, así que debe poder tratarse, sólo que las variables lo hacen difícil. Los hombres varían en lo que les afecta a cada uno, no mucho quizá, pero varían. Tanto físicamente como mentalmente. Sin duda que aquellos que se han criado en un hogar cristiano y han sido bendecidos por el Espíritu de Dios muy pronto en su vida, y que han llenado sus mentes de cosas buenas antes de que los patrones de pensamiento pecaminoso se hayan abierto paso, tienen un buen comienzo. También existe una desensibilización a la que nos acostumbramos. Una moda que sea altamente provocativa e impactante al principio puede volverse menos chocante con el paso del tiempo. ¡Fijaos cuántas variables!
¿Qué vamos a hacer? ¿Es posible trazar unas líneas básicas para definir qué es vestir con modestia? 1ª Timoteo 1:9 dice que las mujeres deben vestir con “ropa decorosa”, con ropa apropiada, “con pudor”. La idea es la de una reserva adecuada, con recato, sobriedad, moderación o autocontrol. La segunda parte del versículo se refiere al descaro, a las ganas de llamar la atención, porque está tratando el tema de la adoración pública y la atención, el centro, debe estar puesto en Dios. Por tanto una mujer no debe vestirse de una manera que provoque que todas las miradas se centren en ella. Aunque la segunda mitad del versículo se dedique a la ostentación, la primera mitad incluye, y se dirige específicamente, a la cuestión de la modestia sexual. La batalla contra el pecado nunca cesa en este mundo, ni siquiera cuando venimos a la iglesia. Pero la iglesia de Dios debería ser un lugar donde los hombres cristianos, aunque todavía tengan que luchar contra el pecado porque siguen siendo pecadores, no sean provocados a pecar por sus propias hermanas en Cristo. El punto de partida debe ser el propósito bíblico del vestido.
El propósito bíblico del vestido
Aquí es donde debemos empezar al tratar de definir lo que es esta modestia que se requiere en el aspecto sexual. Aunque no pretendemos agotar la riqueza de este aspecto, podremos hacernos una idea si empezamos por el principio. ¿Por qué nos vestimos? En invierno es en parte para mantener el calor del cuerpo, pero ésa no es la única razón, ¿verdad? Porque incluso cuando hace calor, o mucho calor, todavía nos vestimos. ¿Por qué? Refiriéndose al hombre antes de su caída, leemos en el libro del Génesis: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (Génesis 2:25). Después de que Adán hubiera pecado, se nos dice “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales” (Gn. 3:7), y después “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (v. 21). Dejando aparte otras consideraciones, es evidente que el propósito de las túnicas era cubrirse, aunque todavía estaban sólo Adán y Eva. El sentido del pecado trajo consigo el sentido de que la vida no podía continuar como antes; que el pecado significaba que había una necesidad de cubrir la desnudez. Por eso el naturismo, como se le llama, o el nudismo es una negación de la caída del hombre. Existe entre personas que no creen que el hombre sea una criatura caída. El propósito principal de vestirse, por tanto, es cubrir la desnudez.
Dejemos claros un par de puntos antes de resumir lo que podemos aprender de este principio bíblico sobre el propósito principal del vestido. Primero, la belleza femenina ha sido dada por Dios y debe ser reconocida sin ninguna vergüenza. La misma Escritura nos habla de la belleza de Sara, de Raquel y de las hijas de Job. No hay duda de que ellas se vestían con gran modestia, pero eran reconocidas y se referían a ellas como mujeres hermosas. Y aunque esa belleza puede convertirse en un motivo de orgullo en una mujer, la belleza en sí misma es algo dado por Dios, y no es automáticamente un pecado que los hombres reconozcan esa hermosura. La Biblia, la Palabra de Dios, lo hace. Segundo, la Escritura no condena la ropa bonita. Nunca exige deliberadamente un carácter triste o monótono en el vestido.
Sin embargo, podemos decir que si el vestido no cumple su función básica de cubrir, entonces esa forma de vestir, aunque esté de moda, debe ser rechazada. Buscando el aspecto práctico, seremos más explícitos, sin caer en el mal gusto, pero la misma Escritura es a veces muy cortante y directa, y a veces es necesario. De otro modo, todo se dejaría en unos términos tan vagos que todo el mundo diría “Sí, está bien”, pero no aprendería nada y nuestra reunión sería una agradable pérdida de tiempo. Pero no seremos más explícitos de lo que creemos que el tema lo requiere. Es necesario que sepamos de qué estamos hablando. Y podemos considerar tres elementos que hacen que ciertos modos de vestir sean claramente contrarios a la modestia.
Elementos que constituyen inmodestia y ejemplos concretos.
Primero, un nivel de exposición inadecuado. Esto es obvio. Aquí podemos tomar ilustraciones de varios estilos de moda que han aparecido. La minifalda apareció en los años 60 y la mujer que la inventó, Mary Quaint, afirmó: “Fue con el propósito de hacer el sexo más disponible por la tarde. La ropa mini es el símbolo de esas chicas que quieren seducir al hombre”. ¿Podría estar más claro? La minifalda fue diseñada para ser inmodesta y para tentar a los hombres. En Isaías 47:2,3 tenemos un retrato de Babilonia descrita como una mujer que se exhibe. “Toma el molino y muele harina: descubre tus guedejas, descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos. Será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista; haré retribución, y no se librará hombre alguno”. En el versículo 2 la imagen es que Babilonia, que estaba acostumbrada a una vida de lujo como una reina, de repente se convierte en una criada que tiene que cruzar los ríos para llegar al molino y para ello tiene que levantarse la falda y dejar a la vista los muslos. El versículo 3 parece llevar más lejos la misma imagen de alguien que ha caído en la desgracia, en la vergüenza y la desnudez. Pero al menos el versículo 2 indica que dejar los muslos al aire era una desgracia, una exposición de lo que normalmente va cubierto, aunque en este caso fuese por la necesidad de cruzar el río, mientras que las usuarias de la minifalda lo hacen enteramente por elección personal. Y cualquier hombre os dirá que la minifalda, que fue diseñada para fomentar la lujuria, hace exactamente eso.
La Biblia siempre se refiere a los senos femeninos dentro del contexto de la fidelidad del marido a su esposa: “Como cierva amada y graciosa gacela, sus senos te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre” (Proverbios 5:19). Descubrir el pecho sólo se contempla como legítimo entre marido y mujer, y siempre como algo que debe cubrirse en presencia de otros hombres. Podemos concluir razonablemente que el cuerpo de una mujer desde el pecho hasta los muslos debe estar, en circunstancias normales, completamente cubierto en presencia de hombres, a excepción de su marido si está casada. Así pues, los senos, el vientre y los muslos no son para la exposición pública y deberían ir cubiertos con la ropa adecuada tanto si una mujer está de pie, sentada o incluso si tuviera que agacharse a recoger algo del suelo.
En segundo lugar, es necesario decidir lo que debe cubrirse. No es cuestión de cuántos centímetros se dejan al aire, sino más bien de dónde está la zona que dejamos a la vista. Un poco de escote, un poco de vientre o caderas (por delante o por detrás), una abertura en la falda que deja ver un poco del muslo, expone un poco de lo que debería ir siempre cubierto. No vale decir que, bueno, sólo se ve un poco. Estas partes del cuerpo deberían cubrirse. La exposición limitada es un medio de seducción para los hombres. Si no me crees, pregúntale a tu marido, padre o hermano creyente. Si es honesto, te lo dirá. La industria de la moda está buscando constantemente maneras de maximizar el atractivo sexual mediante una sutil y selectiva exposición de lo que debería estar siempre cubierto.
En tercer lugar, a veces se cubre la piel pero no las formas. Cubrir simplemente la piel pero marcar de manera evidente los contornos de las curvas del cuerpo no es modesto. Las técnicas textiles han progresado mucho. Siendo el hombre pecador por naturaleza, es natural que invente novedades malas o que use para el mal los buenos inventos. Así, por ejemplo, los vaqueros que técnicamente cubren el cuerpo pero no las formas del cuerpo más que si estuvieran pintados sobre la piel, no son modestos incluso aunque no se vea ni un centímetro de carne, porque no ocultan la forma aunque tapen la superficie. Lo mismo puede aplicarse a los tops y faldas ajustados al cuerpo. Los hombres honestos lo confirmarán.
Objeciones
No hemos entrado en muchos detalles, pero hemos intentado dar algunas líneas generales que creemos que la Escritura apoya y que la mayoría de los hombres honestos confirman. Pero debemos fijarnos en posibles objeciones.
Primera objeción: ¿No corremos el riesgo de parecer raros y pasados de moda? Esta manera de razonar a veces amenaza con el fantasma de una imagen neo-puritana de la iglesia; el supuesto riesgo es que estemos tratando de imponer una forma de vestir más propia del siglo XVII. ¿Cuál es la respuesta? En principio, que vestir con modestia no requiere ir hecho una antigualla: no se opone al buen gusto ni a la elegancia en el vestir. Pero existe una diferencia entre tener un aspecto elegante o bonito y tener un aspecto sexualmente provocativo. No es lo mismo. La distinción se ha difuminado tanto que muchas jovencitas, especialmente no cristianas, ya ni siquiera son conscientes de que existe una diferencia. Y así, se visten de forma indecente casi todo el tiempo, y cuando surge alguna ocasión especial – incluso un funeral – se ponen su mejor versión de la misma clase de prendas inmodestas que llevan el resto del tiempo. Ni siquiera la dignidad y solemnidad de un funeral altera la falta de modestia básica, porque se ha convertido en algo que surge con normalidad. Sin embargo, existe una distinción entre alguien bien arreglado e incluso con ropa muy bonita, por un lado, y alguien enfundado en un modelo sexualmente provocativo, por otro lado. Existe una diferencia, y es esencial.
Una segunda respuesta a esta objeción es que ir contra corriente, ser raro cuando la Escritura lo requiere, es un deber. “A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (1ª Pedro 4:4). Lo que se afirma aquí del comportamiento del creyente se aplica también al vestido. Cuando la norma es pecaminosa, nosotros tenemos que ser anormales, es decir, salirnos de la norma. Realmente es tan sencillo como eso. Mejor ser un poco raros y modestos que muy modernos pero indecentes. Mejor parecer poco corriente que ser normalmente pecaminoso. Deberíamos seguir a los puritanos en su preocupación por la modestia en el vestir porque sigue siendo una exigencia bíblica en el siglo XXI igual que lo era en el siglo XVII.
Sin embargo, a modo de ayuda, si es que ayuda en algo, dejadme decir que el grado hasta el cual nos salimos de lo que hace todo el mundo hoy es bastante menor que lo era en los años 60 y 70, al menos en Inglaterra, donde nosotros vivíamos en aquella época y quizá aquí en Irlanda del Norte también. En aquellos días, prácticamente todas y cada una de las mujeres llevaban minifalda. Era una práctica casi universal y no llevarla era visto como algo verdaderamente raro. A los cristianos se les presentaba un dilema: ser indecentes o ser raros. La indecencia era el uniforme. La minifalda se impuso tanto que resultaba extraordinariamente difícil para los cristianos encontrar ropa que fuera decente, aun buscándola. La preocupación por la modestia no ha aumentado, pero hoy hay mucha menos uniformidad que entonces. Ahora, incluso las mujeres incrédulas, por cualquier razón, a veces se visten con pudor. Los creyentes pueden quedarse al margen porque así lo hacen siempre, pero al menos puedes llevar una falda lo suficientemente larga sin parecer un ser insólito. No era así en el pasado.
Pero el consejo de la Biblia no es advertirnos contra una rareza excesiva por nuestra parte. No estamos defendiendo que debemos ser raros innecesariamente, pero las Escrituras no es que estén repletas precisamente de advertencias como “¡Tened cuidado de no ser demasiado extraños!” Eso no es lo que encontramos. Más bien al contrario. “No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente” (Romanos 12:2). En cualquier caso, ¿dónde están todos esos modelitos del siglo XVII? No existen, o si los hay, todavía no los hemos visto. El riesgo de resultar poco corriente no tiene importancia comparado con el riesgo de la indecencia - ¡ni la más mínima importancia! E incluso si nuestra “rareza” fuera innecesaria, eso no sería catastrófico para la iglesia, pero la sensualidad, la impureza, la obscenidad – eso sí. Es como si alguien se dedicara a colocar los cojines del sofá cuando la casa está ardiendo. Sin embargo hay pastores que siempre sacan las mismas advertencias, tontas y absurdas, sobre el riesgo de excedernos en nuestra peculiaridad respecto al mundo, de vivir en un agujero en el tiempo, como si esa fuera la gran amenaza. Y al hacerlo, distraen del peligro real. En realidad están fomentando la falta de modestia porque tienden a poner nerviosas a las mujeres por si parece que estuvieran sacadas del siglo XVII y por si alguien piensa que parecen raras, tanto que acaban cediendo a la indecencia.
El testimonio de la iglesia no se arruinará porque las mujeres cristianas sean diferentes, sino porque las mujeres cristianas se vistan como si fueran a ir a una discoteca. Si el mundo respeta algo de la iglesia, es la coherencia. Y esta amenaza de parecer puritanos del siglo XVII desanima a las mujeres fieles que están intentando vestir con modestia bíblica y entristece los corazones que Dios no ha entristecido. Los pastores deberían reservar toda su artillería para el enemigo real, el peligro real, y atenerse a la Palabra de Dios. Entonces se olvidarían de este riesgo imaginario y predicarían contra la falta de modestia como hacen las Escrituras.
Segunda objeción: Una mujer soltera podría decir “¿Cómo encontraré un marido si no me pongo atractiva? Tengo que tener mi mejor aspecto”.
Respuesta: En primer lugar, vestir con modestia no significa vestir ropa fea o triste. La modestia y el buen gusto siempre serán “tu mejor aspecto”. En segundo lugar, la atención masculina que captes por vestirte de forma indecente no valdrá ni un céntimo. Y cualquier marido que pudieras conseguir por esos medios no sería un marido que te haría bien. Un hombre lascivo antes de casarse seguirá siéndolo después de la boda. El matrimonio ayuda a los hombres a buscar la santidad; no cura a los hombres que no son santos. El atractivo sexual tiene su importancia dentro del matrimonio, pero un hombre piadoso lo mantendrá en su justa medida. No sentirá la necesidad de verte vestida de forma indecente para decidir si serías una buena esposa en todos los aspectos, incluido el aspecto físico.
En tercer lugar, vestir de forma inmodesta desanimará a los hombres de Dios que pudieran estar pensando en esa mujer. Se preguntarán si realmente sigues a Cristo en serio y si todavía te gustaría seguir vistiéndote así cuando os casárais. Así que no hay ninguna ventaja para la mujer cristiana en la falta de modestia. Ninguna.
Conclusión
El propósito de esta charla ha sido aplicar lo que dicen las Escrituras en este aspecto particular de la conducta cristiana. No tenemos ninguna intención de convertirnos en un policía dentro de la congregación o de ejercer un control férreo como si esto fuera una secta, ni hemos agotado en detalle todo el tema. Pero esperamos haber dicho bastante para indicar las líneas más importantes a tener en cuenta a la hora de evitar la falta de modestia tan corriente en una sociedad que desprecia a Dios y a la que no podrían importarle menos las reglas bíblicas; una sociedad que piensa que puede jugar con el pecado sin que nadie salga herido. Esto último es una gran mentira. Pero esta es la arrogancia del hombre del siglo XXI en esta parte del mundo; pensar que puede jugar con el pecado y que todo el mundo jugará ateniéndose a las reglas pactadas – esto no funciona. No funciona ahora y nunca funcionará. Como contraste, hemos aportado algunas ideas sobre cosas que debemos evitar al vestir, por amor al Salvador. El objetivo no es poner a nadie en evidencia, sino que todos sepamos – no sólo nuestras mujeres, sino también los padres y los maridos – cómo poner en orden esta parte de la vida de una manera que honre al Salvador.
Esperamos que ahora, si no fue así antes, todos entendamos que la forma de vestir es también un área de sumisión a Cristo. Las mujeres cristianas necesitan un patrón de modestia claro en su mente. Necesitan ser conscientes de que no pueden permitirse seguir sin pensárselo cualquier moda que este mundo les proponga; deben considerar la gloria de Dios a la hora de decidir cómo vestir. Eso es lo que necesitamos, ¿no es cierto? Reconocemos que muchas mujeres creyentes ni siquiera piensan en el tema, y eso es gran parte del problema. No atribuimos malas intenciones a menos que no haya otra alternativa, pero ahora que sabemos, ahora que conocemos, podemos empezar a distinguir entre lo que es bonito y elegante y lo que es sexualmente provocativo. Lo primero está bien. Lo segundo no. Amad al Señor, amad al Salvador. Adornad el Evangelio de Dios nuestro Salvador en todas las cosas, incluyendo la forma de vestir. El Señor Jesucristo sufrió y murió para redimir a su pueblo de toda iniquidad. ¿No le honraremos nosotros en todas las cosas, hombres y mujeres, y en particular en esta área del vestido, que es especialmente aplicable a las mujeres? ¿No honraréis al Señor Jesucristo y amaréis a Aquel que os amó primero? “Aborreced lo malo, vosotros que amáis al Señor”. Volveos de lo que no está bien. Adheríos a los patrones bíblicos. Deleitaos en la ley de Dios según el hombre interior y también en la práctica exterior, y glorificad a nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Amén.
TOMADO DE: www.loughbrickland.org/languages/spanish/modesty.shtml