Margarita de Valois, llamada la Margarita de las Margaritas
10.07.2013 01:19
En 1512, cinco años antes de que Lutero fijase sus tesis en la puerta de la iglesia de Witenberg, Lefevre de Etaples, profesor de la Sorbona, había anunciado ya en su comentario sobre la Epístola a los Romanos, las doctrinas enseñadas más tarde por el reformador de Alemania. Piadosos obispos, hombres de Estado que ocupaban elevados puestos, familias nobles y poderosas se habían declarado igualmente por el Evangelio, que había penetrado hasta en la corte de Francisco I, cuya hermana, la ilustre Margarita de Valois, llamada la Margarita de las Margaritas, habíale abierto su corazón. Distinguida por su hermosura y rodeada del lujo y de las tentaciones de una sociedad corrompida, supo esta princesa conservarse pura,
"mirando el oprobio de Cristo como una riqueza infinitamente superior a todos los tesoros de la tierra". Tomó por emblema la flor del girasol, que por sus rayos y hojas tiene con el sol muy grande semejanza, "y se vuelve a mirarlo dondequiera que va", y añadió este lema: "Yo no busco las cosas de aquí abajo". Sus sentimientos religiosos los expresó en unos versos que nos han sido conservados, y que puestos en castellano vienen a decir así:
¿Qué castigo, qué pena, qué tormento será bastante a compensar la deuda de mi maldad?
¡Oh Dios! que eres mi Padre y Padre eterno, que nunca mudas y que mueres nunca, y que las culpas por gracia perdonas, cual criminal, me arrojo aquí a tus plantas, plantas benditas de mi dulce Dueño; apiádate de mí, Padre adorado, verbo divino, Jesús, rescate mío, obispo y rey triunfante y poderoso que de morir muriendo me libraste. El hombre es por la fe, benigno y justo; el hombre es por la fe, puro, inocente; el hombre es por la fe, rey con el Cristo; por la fe tengo a Cristo y la abundancia; yo era pobre, sin ciencia, sin arrestos, y en ti soy rica, sabia y poderosa.